Mientras ayer volvía de un viaje me enteré de otro con polémica incluida. Con lo que escribo a continuación no pretendo eso, ni ganas de encender ninguna mecha, quien me conoce sabe que eso es poco común en mí. Esto es una opinión que expresaré siendo fiel a lo que pienso sin, insisto, necesidad de crear odio.
Lo que se vivió ayer con Dulceida no me sorprende. No la conozco de nada, aunque su vida sea retransmitida en redes sociales. No la sigo, no sé qué campañas hace y apenas sé que es una de las influencers más conocidas-cotizadas de España. También que la siguen miles de niñas y el ejemplo que hemos/han conseguido que tenga ella sobre un grupo de edad en el que la vida les parece tan sencilla y maravillosa como reflejan sus imágenes en Instagram o su propia manera de vivir.
No representa la cultura del esfuerzo, aquella que miles de padres han hecho para pagar los estudios a sus hijos que se quieren labrar un futuro a base de constancia, perseverancia y trabajo. Probablemente esa niña que me lea que admire a Dulceida no comprenda lo que quiero expresar, esto no es una guerra ni una batalla contra una persona sino que la vida, no es lo que esa persona hace creer que es. La vida, no tiene filtros y a veces es difícil y dura.
Al parecer, ella subió unas fotos dándose un baño en una de las ciudades del mundo donde el agua va a desaparecer, un bien escaso y prácticamente inexistente, lo que se conoce como una población que está en situación de emergencia y posteriormente le ha dado unas cuantas gafas a unos niños que no tienen de nada y luego los ha subido a su Instagram Stories.
Efectivamente no ha estado para nada afortunada, ni serviría aquello de ha sido un error porque ha sacado pecho y se ha justificado de sus actos. Esta chica la puedes seguir no, te puede hacer gracia o no pero hay cosas que no se pueden consentir porque en la vida hay una línea que no se debe sobrepasar, la empatía, por ejemplo… Probablemente me diría que yo que sé de su empatía… pero me remito a lo que veo y lo que veo no me gusta.
No la conozco pero sí sé de sus actos y este último, ha hecho gritar al mundo. Pero yo tengo una pregunta más allá lejos de cargar sobre ella ¿Cuánta culpa tienen las marcas de la situación a la que hemos llegado? No de este hecho en concreto sino de que las niñas se mueren por seguir ese tipo de vida, de la sociedad que estamos creando.
¿Está bien priorizar la cantidad a la calidad? ¿Es el mejor ejemplo? No sé quién es el mejor ejemplo, todos cometemos errores pero si es verdad que creo que las personas que tienen que ser un referente tienen que apelar siempre a que todo cuesta un esfuerzo y sobre todo tener unos conocimientos mínimos.
Hay muchas Influencers que trabajan con profesionalidad (véase Silvia Zamora, Lady Addict), no creo que esté bien meter a todas en el mismo saco y las marcas trabajan muy bien con ellos al fin y al cabo es un negocio.
Pero yo sí haría un llamamiento ¿Por qué no nos guiamos más por la calidad? Entiendo que te exigen un número de seguidores porque así su producto llega a más gente pero… ¿a cualquier precio? Esto viene porque no se valoran muchas más cosas como la calidad de los contenidos. ¿Por qué hay que basarse en un número? ¿es eso suficiente? Y yo me pregunto… ¿qué rigor es ese?
En este medio lo primero que nos preguntan es por los seguidores en redes sociales, las visitas y las estadísticas pero nadie o casi nadie te pregunta por los contenidos o la calidad. No digo que lo mío sea la bomba, no digo eso, grito que la gente sólo se fije en un número y no se admire por la calidad. Ahí, ahí está el problema. Que lo queremos rápido, ya, que llegue a la gente, a miles, a millones, que sea un súper ventas… ¿y lo esencial? ¿Y los valores? ¿y la admiración por el aprendizaje? ¿y la cultura del esfuerzo?
La sociedad que tenemos no es sólo por culpa de una persona, la tenemos todos. Esto es una reflexión. Y también un tirón de orejas a todo el que dice si no tenéis más de 10.000 seguidores, no valéis para nada.
No valdremos nada pero el corazón siempre lo ponemos todo.
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