Reconozco que voy en el AVE y por primera vez en muchos años a mi alrededor no está pasando nada interesante. Mis viajes en el tren son un filón de historias itinerantes pero aquí la gente está como el tiempo. Como siga lloviendo de esta manera el Oceanografic de Valencia nos va a parecer una charca.
Me ha recogido el taxi en casa y visto que el señor iba mirando a todos los balcones como si buscara casa para alquilar, le he soltado que mi tren salía en 15 minutos.
Ha cogido el carril bus como en una peli de los años 80. Agarrando el volante que casi le daba con la cara, reclinado como si se hubiese saltado la revisión en el oculista.
Ha ensanchado los codos como si no se pudiese salir del carril de un videojuego y me ha dicho… señorita, va a tener que correr.
Por favor, no hablemos de deportes que este mes es el tema estrella. ‘Uy yo correr no, la verdad. Me duele todo el cuerpo’. Mientras a él se le salía la vida por la boca no comprendía mi calma. Si así me ve la gente cuando me estreso voy a dejar de hacerlo.
He salido del taxi al grito de ‘corra, corra!!’ No están los tiempos para gritar eso en la puerta de Atocha. Me he visto en el calabozo por 10 minutos extra de mentira piadosa.
‘Ayyyy este hombre… como le estresa el carril bus, tranquilo amigo que tenga buen fin de semana’. Solo me ha faltado darle un par de palmaditas en la chepa para descrispar al personal.
He entrado directa al AVE y me ha tocado el vagón más muermo de la historia. Lo más interesante es que la que tengo delante de vez en cuando se le cae la cabeza por el hueco del asiento y si echa los brazos para detrás acabará haciendo el pino puente.
El de mi asiento de al lado se parece al marido de Paz Vega pero va solo y sin su trupe así que va a ser un primo lejano.
Me he fijado que la gente cuando llueve tiene-tenemos cara de lechuga sin regar. Entre resignación y un olor a humedad que no lo quita ni la bola seca. Deberían plantearse en el AVE un orificio abierto por el que coger aire de vez en cuando.
El ambiente está más cargado que de costumbre. Yo me resbalo por el sillón de cuero mientras el chirrío despierta al falso marido de Paz. Más bien está buscando la guerra. Le pido perdón con la mirada por no llegar a los pies y escurrirme de una forma tan Bridget Jones pero él no da tregua a sus ganas de café tras despertar.
Qué vagón tan soso, cuando pase la azafata, azucarillo doble, invita a casa.
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