¡Es mi cumpleaños! ¿Cómo me puede hacer tantísima ilusión siempre? ¿Por qué siempre me ha gustado celebrarlo como si no hubiese un mañana?
El otro día hablaba con una amiga de mi misma edad y me decía… ¿te acuerdas cómo celebrábamos antes los cumpleaños? ¿Te acuerdas las que montábamos? Se enteraba todo Madrid que íbamos a salir y lo íbamos a quemar todo. Ni gimnasio ni nada. Era tal la locura que te convalidaban hasta el Camino de Santiago.
Pues me decía… aquí estoy, las diez de la noche y acabo de salir de currar. Ella cumple una semana antes que yo y recordábamos lo míticos que eran mis cumpleaños. Una vez mis amigas les dijeron a todos que estábamos de despedida de soltera, lo recuerdo épico, nadie se creía que por un cumpleaños montásemos ese jaleo.
Lo he celebrado en todos los sitios posibles… en mi casa, en azoteas con vistas a todo Madrid, el último sitio de moda…
En realidad siempre lo he celebrado aunque fuese un picoteo pequeño. Me parece fascinante cumplir y más cuando vas dándole el sentido a la vida que merece. Ves tantas cosas que lo prioritario es saber que todo va bien. Es una suerte vivir, es la mayor suerte y posiblemente a lo que menos valor le demos cada día por el simple hecho de que se repite cada mañana.
De pequeña, como la mayoría de los niños, reunía a media clase y mi madre me preparaba unos cumpleaños espectaculares. Bocadillos de nocilla, ganchitos, medias noches y bien de piñatas en el jardín.
Qué peleas por las chucherías, no necesitábamos más que la faldilla de un vestido que nos servía como paraguas para recoger todo lo que caía y no ahora que se montan unas temáticas que ni en Disneyland París. A veces creo que Pinterest ha hecho mucho daño.
Parece que hay que darles a los niños todo cuando unos simples sandwiches era todo lo que necesitábamos para salir corriendo a vivir. Invitaciones pintadas a mano con rotuladores de Carioca y muchas ganas de pasárselo bien. Fotos que no llevaban filtros y saltos de alegría no programados.
Disfrutar con hora que hacía que exprimieses el tiempo como si te fuese a faltar. Ojalá nunca me tenga que faltar para hacer todo lo que quiero hacer aquí. Nunca pensé que sería tan afortunada aunque la vida a veces no haya sido sencilla.
Siempre pienso que tengo más de lo que merezco por eso no suelo pedir nada por los cumpleaños ni siquiera por Navidad. Me da horror pedir, siempre me ha gustado más regalar. Por eso todo lo que viene me gusta, porque siempre es extra, no espero nada y me sorprende todo.
Supongo que a partir de ahora los cumpleaños serán más sosegados pero con las mismas ganas. Si hay algo que no se me pasa nunca esa es la emoción. Me vale cualquier detalle emocional que mi memoria pueda guardar. Me muevo a base de gestos que recuerdo cuando algo golpea fuerte, pensar que puedo contar con alguien y no con algo es la fuerza que me sostiene.
Todavía recuerdo el último deseo de mi abuelo por su cumpleaños. ‘Que tengas suerte en la vida’, me dijo. No sabes cuánta, abuelo.
Images: Living Backstage