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La aventura de ir a Ikea

El otro día intenté ir a Ikea. Esa tienda sueca en la que mi vecina (de class gourmet) de ochenta y muchos compra el salmón para Navidad y mi amiga Rocío va a salvar plantas porque dice que las plantas en Ikea viene a ser algo parecido a los perros en las perreras.

Los que vamos a comprar muebles tenemos que ir abriendo las posibilidades… ya lo decía Darwin ‘Las especies que sobreviven no son las más fuertes, ni las más rápidas, ni las más inteligentes; sino aquellas que se adaptan mejor al cambio’, así que este año compraré salmón.

Si es que vuelvo, porque ir se está convirtiendo en toda una odisea. Siempre vivo pegada al ordenador, el móvil o en su defecto el iPad y dejarlos lejos entre semana supone un capricho peligroso como trabajadora. Hace un par de semanas saqué la valentía y sacudí el estrés a golpe de ‘me voy a dar un vuelta a Ikea’. Yo es que a veces pienso que soy un poco atípica. Le pregunté en septiembre al conserje de mi comunidad si había llegado el catálogo de Ikea.

No, todavía no ha llegado _¿no? ¿y eso? ¡estamos en septiembre eh! A los tres días lo mismo… ¿ha llegado ya?_ No, todavía no. Madre de mi vida… ahí estaba yo hiperventilando por un catálogo que luego ni me lo miro entero. Me aburre pero el marketing o lo que viene siendo comerte las uñas porque te dan ganas de cambiar tu casa entera, eso lo hacen espectacular.

A los 15 días llamé a mi madre y le dije, me apetece ir a Ikea a ver si ya de una vez consigo el catálogo. ¿No lo tienes? _¿lo tienes tú? ¿en serio? ¿pero por qué lo tienes tú y yo no? ¿dónde lo has conseguido? Qué despropósito todo, a esas alturas estaba ya por poner una denuncia al gigante sueco por no llegar hasta el código postal de mi zona.

Así que a la semana siguiente me fui hasta Alcobendas para coger una funda de sofá y poco más, esperaba que el catálogo saciara mis deseos de compra. Nada más llegar di marcha atrás para aparcar y boooooooommmmm salió de la nada una señora que se bajó del coche y me puse verde porque no le había visto. Yo es que para aparcar suelo dar marcha atrás, no sé vosotros, igual soy atípica también para eso.

Ya si la gente no tiene paciencia pues te suele dar, pero si respetas al que aparca no tiene porque ir mal. ¿No me has visto o qué? Verla no lo sé pero oírla os juro que la oía. Después de intentar convencerla que no salía de casa con el propósito de tener un golpe con el coche sino de coger el puñetero catálogo me dijo… ¿qué mono esto que llevas no? ¡ay qué ideal vas!

Tenía que haber llamado al orden ya no por la situación tragicómica y no precisamente yo misma pero me dio una pereza horrible y el que da marcha atrás siempre, siempre tiene la culpa, algo que deberían de mirar porque en mi caso no fue así. Tenía las de perder así que a ver si conseguía el catálogo y salía ganando porque aquello ya se estaba poniendo difícil.

Una vez dentro ahí estaba, en la puerta, esperándome y llevaba tal cabreo que me parecía un panfleto sin más. Infravalorado en 3,2,1. El caso es que subí a por las fundas del sofá. ¿Perdone las fundas las venden sueltas? Sí, ahí están. Me encontré a una chica en la misma situación. ¿Estás buscando las fundas? Sí, ¿tú también? Es que no corresponden al sofá que quiero.

¿Perdone señorita las fundas para el sofá Oihnfoubecxioe2gu4rxnkmc las tiene? No, creo que no. Ahí sí que me planté. Mire. No puedo salir así como así del trabajo. No me han mandado el catálogo de Ikea a mi casa, me ha chocado un señora en la puerta que iba como loca y encima la culpa la tengo yo, vengo a buscar una miseria de funda a kilómetros de mi casa ¿y me dice que CREE que no? Ya lo está buscando si hace falta hasta en el Ikea sueco. Vaya si había. Pero no en el color que quería.

Salí de Ikea con una planta y para pagar fue una odisea. Todos con sus cientos de librerías hafhuamkewicwf mirándome con cara de pena. Ir a Ikea, a veces, no merece la pena.

PINTERST 3

Images: Pinterest

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