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Malú cierra de forma apoteósica la gira ‘A todo sí-25 años de Aprendiz’ en Madrid

No vengo a repasar un puñado de canciones de un fin de gira ni a despachar una escaleta memorizada para juntar unas palabras. Vengo a reconocer una historia de valor. 

Malú cerró anoche en el Wizink Center de Madrid la gira ‘A todo sí’, la celebración de sus 25 años en el mundo de la música y con la que ha inundado los teatros de nuestro país de calidez y cercanía. Para los que las cuentas no les terminan de salir, son algo más de 25, sea como fuere, aquí hemos venido a contar, pero historias. 

La primera vez que cubrí una gira de Malú fue cuando Swarovski me invitó a la presentación de su gira hace algo más de diez años en una sala pequeñita del palacio de deportes. Creo que todos los medios de España estaban allí metidos, Daniel Huguet estaba encantado y comparaba a la artista con las campañas que la marca había hecho con la mismísima Jennifer López. Era algo que no se puede ni explicar, la gente estaba loca con ella. Por aquel entonces no formaba parte de sus músicos pero yo era la auténtica mujer orquesta. Sacaba fotos a la vez que escribía crónicas. Recuerdo ponerme en un lateral rodeada de fotógrafos de dos metros que sacaban unas fotos que ni los pósters de la Super Pop, estaba vendida, era chiquilla. 

Me quedé en la esquina y ella viendo el panorama dijo; “voy a empezar por la derecha”. Estaba tan agobiada que llegué a ser disléxica, daltónica y con problemas para distinguir derecha e izquierda pero sí, ella decidió que yo sería la primera. Me pareció un gesto sencillo, humano y con los años entendí el punto en el que se encontraba. Probablemente lo haya repetido en más de una ocasión pero en este país la igualdad de oportunidades no ha sido la misma para todo el mundo y estaba claro que ella tenía que demostrar algo que se volvió ‘enfermizo’. Comprendió pero no toleró, defendió pero no se achantó y eso se paga caro. La gente oye pero no escucha y quizá profundizar en algo que te dé valor, valor personal, siempre merecerá la pena. 

Le ha abierto las puertas a muchas mujeres y no solo les ha dado las llaves sino las herramientas para saberse manejar en una industria que a veces está demasiado preocupada en otros menesteres. La verdad que a veces me he preguntado cómo sobrevive en la industria del S. XXI la gente que solo quiere poner el corazón. Lo que más te enseña en la vida son las curvas, y ella, como muchos, aprendió que son necesarias para el aprendizaje vital. Está en un punto que cualquier curva que pueda venir le apetece hasta derrapar. Porque hace tiempo que el coche lo lleva ella y le gusta el paisaje. 

La noche de ayer fue un cúmulo de romper moldes, de huellas en cada una de sus decisiones, de valentía en sus actuaciones y no solo en el escenario. No es la misma persona, porque antes estaba ocupada en empujar  duramente hacia delante y ahora las decisiones son las que le hacen disfrutar de lo que tiene. Es libre, increíblemente libre, tiene una voz que le acompaña, que anestesia sin receta y una manera de expresar que no tiene nada que ver con actuar. Anoche, además de zarandear ella sola el palacio, llamó a algunos de sus amigos, un capricho, que terminó por enloquecer el espacio. Un espacio lleno de estrellas que todas sonaban bellas. Fue dinamita, rugía al compás de las llamaradas y los fuegos artificiales difícilmente se distinguían con su persona. Un estallido en el que todo el mundo perdió el sentido donde danzaban balones sin guiones. Una noche con nudo y desenlace. El nudo, a la altura de la garganta se nos agarró a los presentes. No hubo tiempo en dos horas y media de sentarse, todo el mundo se puso de acuerdo en negarse. La música de nuestro país no entiende ya la historia sin ti, tampoco sin ese equipo que te acompaña desde hace ya tantos años. Son recuerdos que aprietan el pecho, de momentos felices y maltrechos. Qué vértigo ser testigo pero que alegría seguir viendo… las emociones de ese brillo. 

Images: Living Backstage.

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