La semana pasada me fui a comprar un casco para esquiar. Llevo esquiando desde que tenía cuatro años, a esa edad ya me pusieron mis primeros esquís y hasta ahora nunca había utilizado un casco.
La verdad que en los últimos años las pistas se han llenado de gente, de eso que te planteas si por bajar alguna ladera extra te regalan algo en particular pero no, ni en particular ni en concreto. Las gracias por venir en masa.
El caso es que fui a la tienda e hice algo ‘muy yo’. A lo lejos vi cascos y en cuál me fije… ¡en el rosa! Me daba igual la visión, estamparme, que no lo llevase nunca… quería el rosa. Eran todos negros, macarras y cuando llevaba 10 minutos probándomelo pensé ¡no me pega con el anorak! Drama.
Amigas que no dejaban de repetir es muy tú y te queda fenomenal y yo venga a darle vueltas al anorak rojo. Entré en locura colectiva si hacía falta cambiaba el anorak que me había costado una pasta pero ese casco ya no lo dejaba. Vino la de la tienda ¡uy, qué bien te queda! Y yo con la autoestima que me iba a reventar total por un casco con gafas integradas que sólo se me ven los labios.
Estuve apunto de salir de la tienda con el casco puesto del subidón que llevaba. De no necesitarlo nunca a no querer quitármelo ni por la Castellana. La dependienta viene y me dice mira… cómpratelo porque llevar ahora casco debería ser obligatorio. Ahora estoy rogando para que el año que viene haya de más colores ¿Qué clase de adicción es esta? ¡Me veo súper favorecida!
Como salí de la tienda cegada por mi nueva adquisición me dejé la camiseta térmica, las botas y unos guantes nuevos que aíslen bien del frío. Generalizando… medio equipo.
Una camiseta térmica… tampoco he llevado nunca una ¿hay de colores? Si es así que me den una verde pistacho. Todo esto lo hago porque dan mal tiempo y quiero que se me vea. Vaya a ser que me pase como me pasó de pequeña que un monitor me perdió porque como no levantaba medio metro del suelo se olvidó de echar la vista justo ahí mismo.
En el momento en el que activaron las alarmas ya estaba en el punto de recogida como si un desecho de pena se tratase. Porque yo otra cosa no pero resuelta he sido siempre. Semejante tipo perder a una niña pequeña.
Como me vea mi casco nuevo no se olvida de mis labios. Subir a esquiar siempre resulta un show, al menos en mi caso, cuando llego siempre me falta algo o lo he perdido por el camino.
Por no hablar de cuando te quitas las botas de ski, que llevarlas debe ser lo más parecido al infierno en la tierra. Esa sensación que pasa de caminar como el primer hombre que piso la luna a andar como en los anuncios de compresas. No hay color. ¿Y los bastones? Cuidaaaaaaaadooooo, que le vas a dar al de detrás y le vas a sacar un ojo.
Ahora pensaré en el anuncio de Coca Cola que dice que somos el país que más nos pegamos los unos a los otros, si es que la gente está encima siempre, así llevo el catarro que llevo, somos transmisores de virus en potencia, a ver si después de todo este montaje no puedo esquiar. Con la que he liado para ir a conjunto…
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