Vanesa Martín ha abierto su casa; a corazón lleno, a barra libre de sentimientos. La artista recaló en Madrid con su gira Casa Mía y como buena anfitriona, deleitó con maestría.
Más de 25 canciones como equipaje de mano, no se cambió de ropa pero mudó de piel. Erizó numerosas veces, tantas como estancias vacías, con historias que llenaban, tu alma y la mía. A las tres canciones paró el show para protocolariamente dar las buenas noches y sin protocolo alguno, el recinto la ovacionó hasta el desorden. Minutos de oxitocina con gente que venía desde Costa Rica o Argentina. Un despliegue de países, entonando varios bises. Nos detonó con canciones de siempre pero también con las de su último trabajo, con el que ha pasado por varias ciudades y con el que cruzará el charco para susurrarle al universo sus propias normas.
Vanesa empezó por el 2006 con ‘Agua’, su primer disco, y como manantial que discurre, ha pulido y limado su propio bagaje para llegar a un océano lleno de vida. Sus letras han removido a Madrid, la última ciudad en caer presa de su talento, como también cayó Sabina, el ‘jefe’ de los cantautores y de las letras que se clavan. Él apareció en una pantalla para entonar la canción que comparten en común, un regalo del que ella no se puede creer aún. Nos paseó por canciones que tienen refugio pero no así techo y paredes, la magia es lo que sucede. Palabras que calan, ideas que transcienden y un lenguaje universal que nos llena de riqueza cultural. Se paseó por todos los rincones de nuestras emociones, que ella tiene la costumbre de hacerlas en forma de canciones.
Nos mudamos varias veces de la melancolía a la alegría pero a la hora de despedirse, nadie quiso hacer maletas de vuelta a casa. Una fiesta que no entendió de final, como ese día que está condenado a desvanecerse después de ver esa aurora boreal de luz y color ante un público que sin duda, ha salido ganador.
Images: Living Backstage.
