En la arteria principal de Madrid cuelgan las luces de Navidad; está atascada, abarrotada y presupongo, ruidosa. Unos metros más allá, cerca de la calle Sevilla, una malagueña está a punto de sumar un escalón más en su legado artístico. Ante la expectación, cimbrean las emociones.
Periodistas, artistas o locutores se debaten en la entrada si escogerán ‘placeres o pecados”. Un recorrido que se bifurca al antojo de la artista y su manera de ver la vida. Dos caminos que transitan entre las risas, las ganas, el asombro o el atrevimiento. No solo nos zarandea en la música, ahora también lo hace fuera de su zona de confort.
Vanesa es pecado a nivel artístico, porque es sinónimo de infinito. Su esencia, siempre en caída libre y su tesón, le han ha llevado a cometer el más grande de sus pecados pero a la vez es placer en el camino, escucharla es un sexto sentido.
Nunca tuvo reparos, se mostró con descaro, valiente y libre, ha llegado al punto de dividir al mundo. Por un camino necesario como es el pecado, reconozco que me vendí rápido, en el camino de los pecadores. Una mesa de dulces sacó mi lado travieso, olor a infancia y a desconocimiento, la época en la que pecar era inevitable, en la que sobrevolaban pensamientos fugaces, no había ancla de razón, solo mucho corazón.
Pero también nos llevó al placer, no solo por las actividades del pasillo disfrutón ni las preguntas de alta tensión. Vanesa nos deleitó con un acústico de su nuevo disco ‘Placeres y Pecados’ en el sótano de la presentación, díganme que no es una contradicción.
Su voz resuena en las alturas pero tiene claro que todo empezó en un primer escalón. Los focos aguardan en el tercer piso pero la pureza se esconde donde no responde. Allí contestó a alma abierta, un disco inconformista, lleno de maneras de vivir, un refugio del SXXI, un legado a la altura de Machado.
Cuando Vanesa se expresa también lo hace la cultura, es de palabra pura, transita sutilmente pero con fuerza de huracán y tu nivel de alerta se dispara a la primera sensación, es hora de elegir, placer o pecado. En el afán por describirla he plasmado hipérboles de comparación pero no hay ni una igual, a esta maldita sensación.
En el sótano no solo me llamó la atención el estremecer de los presentes, también estaba su familia. Su madre, tan elegante, de mirada orgullosa. Su padre, tan abrumado y su hermano siempre de su lado. El pilar principal a los que ha abierto su azotea particular, compartiendo vistas hacia los sentimientos más básicos.
Vanesa es sabiduría emocional, la palabra como vínculo en sus discos y la vibración en sus giras, que ya son a nivel mundial. Salió de Málaga con una guitarra y no solo nos hizo felices con eso sino que resonó su eco en la mente del que busca la belleza, que se lo digan a Sabina que no se la quita de la cabeza. No es una artista al uso, es la valentía del que se expuso.
Es difícil salir del mundo en el que nos sumergió. Vanesa es dueña de sus propios sueños, cotiza al alza en emociones, sus letras nunca mienten. Quizá ahí radique el éxito de una vida plena; descubrir, pensar y emocionar, sin duda son los verbos que la mantienen en la cúspide y que han conquistado a la industria que no solo ve en ella una artista global sino un talento fuera de lo normal.
Images: Living Backstage