En la segunda parte del diario no podía faltar el desfile de Carolina Herrera, buena parte del mundo de la moda estaba revolucionado por la escasa consideración que tuvieron con la prensa española o por lo menos eso debías tatuártelo a fuego si no querías colapsar en un lapsus dramático/fashionista después de oír la lista de tú sí, tú no. Para no dar detalles de agencias ni de responsables, omitiré la parte que concierne a lo profesional.
Me llamó una compañera cuando salía de IFEMA, ese día tocaron excepcionalmente la campana cuando la luz del sol aún presenciaba el cielo, normalmente siempre salimos casi al amanecer o eso parece mentalmente. Ese día todo se centró en acabar pronto para que nos diese tiempo a ver uno de los desfiles más importantes que ha albergado la ciudad de Madrid. Me dijo que fuese rápidamente y empecé a cortocircuitar. Estaba metida en un atasco en la M-40 de esos que también piensas que saldrás al amanecer, le dije que no iba en hora y que tardaría mucho, muchísimo en llegar.
Me iba mandado vídeos de los ensayos y creo que la bocina de mi coche se escuchó en Guadalajara, pero la Guadalajara de un rancho grande. Me di cuenta que no llevaba batería en el móvil y tuve que hacer parada técnica en casa para coger una batería externa. Subí a tal velocidad que creí que no tenía vecinos, la pole position vecinal era mi máxima. Llego al coche, la conecto y me doy cuenta que la batería externa está prácticamente al uno por ciento. Drama fuerte. Abandono el coche en el paseo Pintor Rosales y me subo a un taxi donde lo primero que digo es si me puede cargar el móvil. “Sí, claro, ¿adónde va?”. No lo sé, cárgueme el móvil y dé vueltas. Llamo a mi compañera y le pregunto por el acceso más rápido pero todo el perímetro está delimitado por lecheras de la Policía. El taxista me sugirió andar pero yo estaba atrincherada por la batería. Del bolso salían varios cables y de mi cabeza también. Al final me deja cerca de la plaza Mayor al 44% de batería, un logro después de montarme al 1%. ¿Qué clase de cable es ese? Indudablemente uno que sí conectaba bien. Cuando terminó el desfile estaba sufriendo un leve síndrome de Stendhal, bajé la cuesta de la plaza Mayor con lágrimas en los ojos que no podía evitar, caían solas como si me hubiesen abandonado y vagase sola por la ciudad pero en realidad era porque había visto algo extraordinario que me elevó todos los sentidos.
Cuando llegamos al día siguiente a IFEMA un fotógrafo empezó un bulo que se extendía como la pólvora pero lo frenamos yendo a la fuente. A Cristina y a mí nos dijo que a varias modelos se le habían torcido los tobillos por los adoquines de la plaza y que salieron mal paradas. Aquello no me cuadraba, si había una pasarela. Pero nos dijo que al bajar de la plataforma hasta la Casa de la Panadería habían dejado el empedrado. Ahí comenzó nuestro equipo de investigación porque no me creía ni un acento. Paramos a una modelo que desfilo para Carolina y le preguntamos qué había pasado, ella nos negó que hubiesen andado por adoquines y eso les causase lesiones, odio que la gente use la imaginación para dar problemas. Nos dijo que era un kilómetro y doscientos metros de pasarela y que con el calor que hacía se les resbalaban los zapatos del propio sudor, “nada que no nos pase siempre cuando hace calor”, nos dijo.
Al día siguiente vino Cristina con un catarro tremendo, me di cuenta porque, como abuela que pasa la paga, sacó del bolso un paracetamol a 200 por hora. Le dije si estaba acatarrada, era obvio y después de mi pregunta a la pobre no se le acercaban ni los pingüinos del comedor. Isabel Sanchís empezó una hora tarde su show y el pobre Hannibal Laguna que desfilaba justo después, salió al final del carrusel para saludar como hacen todos pero también para pedir disculpas porque todo se retrasó. Qué clase y no solo en la ropa. Al final es un compendio. Esther Cañadas desfiló para Lola Casademunt, y la verdad, verla desde primera fila impresiona. Parece que va a dirigir el desfile con la mirada y tiene esa seguridad que le han dado todas las pasarelas del mundo que ha pisado. Después de cada desfile vamos a la sala de prensa para subir contenido, escribir la crónica… cada uno se lo organiza como quiere. Hay mucha responsabilidad pero también momentos para evadirse como la hora del café. Cuando llega esa hora el olor invade la sala y la adrenalina está a punto de despegar. Hacemos unos 12.000 pasos diarios en un trayecto muy corto así que hay que sobrevivir. Esos momentos son recuerdos. Cristina le explica a Marina que el primer día nos pidió una foto una periodista extrajera, yo salí cual bala cuando me nombraron la palabra foto pero ella no tuvo otro remedio, ya la tenía agarrada por el cuello cuando le dijo: “amiga, una foto con periodistas españolas”. Ella es como yo para las fotos y ahora está en un sinvivir porque ni tiene amiga ni tiene foto. No la volvimos a ver más, Cristina estuvo a punto de subir la dosis de paracetamol.
Esta edición ha sido extraordinaria. Mi respeto a la nueva directiva, el comité… de verdad que hace años que yo no vivía una edición así. Se notan los cambios, el esfuerzo, la emoción y la entrega. Ya era hora de tener un director con ese nivel de implicación y todo hay que decirlo, elegancia, que para eso está llevando la Fashion Week más importante de España. Lo que me pareció tremendo fue el desfile de Ángel Schlesser. Una casa como esa con unos patrones que eran gloria bendita para sus clientas. Pero como no hay normas escritas, esta es solo mi opinión y sé que no es la única. Quizá hay que adaptarse o vivir fiel a tu crítica, ambos mundos pueden convivir. Un diario en MBFWM da para mucho. Almudena no para de decirme; “¡pon eso!”, Mamen me dice; “es que eso es tal cual, no te lo dejes”, pero es imposible resumir todo lo que vivimos. Ojalá os haya acercado un poco más al backstage fuera de la rigidez de los desfiles. Nos volvemos a leer en la siguiente edición de este diario en la 41 edición de la MBFWMadrid, hasta entonces. Gracias.
Images: Living Backstage