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Aitana o por qué todos deberíamos tener una responsabilidad en el pensamiento crítico

Hace unos días hablé con Aitana. Éramos una decena de periodistas preguntando por súper estadios pero también de responsabilidad, la grieta que entra en su top tres de preocupaciones y que trata de solventar hasta en sus propias pesadillas. “¿Vendréis?”, preguntaba destilando ganas, nervios y un tanto por ciento de inseguridad natural. 

Se le avecinaban tres macroconciertos después de un baile de fechas de ‘Metamorfósis Season Tour’ por problemas ‘vecinales’, un reajuste solventado que le dio más de un quebradero de cabeza. Unas semanas antes de charlar con ella en el evento de Yves Saint Laurent, Universal Music, tuvo a bien invitarme a descubrir su ‘Cuarto Azul’, una presentación que me tuvo varios días pensando de más sobre muchos frentes que terminaron en papeles arrugados encestados en papelera de rejilla. Vi a una persona anímicamente vulnerable. Al día siguiente hablé con Alaska, la había visto horas antes en la presentación y tiré del hilo hacia la humanidad que vi desde el primer segundo de una ‘Superestrella’. “Ella me propuso la colaboración directamente, en el mundo de Aitana que es internacional y tan grande, esperas que haya siete mil intermediarios pero ella directamente nos mandó un mensaje, nos pusimos en contacto y así surgió”. 

Las veces que Aitana había presentado un disco siempre había sido en petit comité, para un grupo de prensa reducido y casi siempre a las afueras de Madrid, en naves de ensayo. Cuando la vi salir en el Palacio de Deportes, donde hace unas semanas presentó el disco, enseguida vi todo lo que ha pasado después y lo que nunca me atreví a escribir. Un evento lleno de fans que sostenían casi literalmente a la cantante. Ella, en el medio y el público, en 360 grados viendo y sintiendo todas las caras de una misma montaña, la clave. 

“No era feliz con nada, solo era feliz dentro del estudio de grabación”, fue una de las muchas frases que confesó durante la noche sumada a la presentación de unas letras que gritaban soledad entre una multitud y tristeza entre sollozos de alegría. Un acto que requería de una empatía sobrenatural y que mucha gente ha arrastrado por encima de sus intereses. 

Cuando todos agitábamos el cuerpo con sus últimos hits se le pedía desde los foros de la sabiduría extrema que la industria estaba saturada de sus temas, que no sacase ni uno más, una incongruencia que tuvo eco en toda España y medio mundo, hay que darle una vuelta al éxito ajeno. Frenar el frenesí artístico haciéndole creer que debía actuar de otra manera. Aitana ha sido una artista que ha roto moldes a coste alto, el de mermar sus pilares más auténticos, le ha costado su salud mental. Un fenómeno al que quizá no le estamos prestando la atención suficiente, cuanto más rugen más grande se hace su nombre. 

Un ejército del que está tratando de coger sus riendas, una mariposa que sobrevuela sus deseos. Y ese era abrir su show con una canción que le dijeron que nunca funcionaría, una lección para la gente que viene detrás, que ha visto la cara más fea de este negocio, la cara vulnerable en una edad difícil para procesar situaciones que no todo el mundo vive ni comprende. La industria musical en las mujeres de su generación, un frente allanado por mujeres, muchas millenials, que han demostrado por su voz y su sensibilidad, dos herramientas poderosas que arrastran cualquier oscuridad. Porque la luz no solo depende de un foco. Su rebeldía, es su mejor coreografía.

Tras los conciertos en estadios he leído un titular inquietante haciendo referencia a los invitados que la artista ha llevado a los estadios. ‘Flojos, muy flojos, se esperaba más’. Un vapuleo a la trayectoria individual del invitado zarandeado por unas expectativas personales con impulso mediático que bajan decibelios por el peligro de los intercambios de pensamiento repentinos. Velocidad de los medios modernos que rehusa también del pensamiento crítico. 

Cuando hablas con Aitana es una persona apabullada por la presión externa que empieza a darse cuenta que el talento es suyo y el éxito solo radica en la finalidad de la música. Nunca hemos dudado de la capacidad de Rosalía pero sí de algunas mujeres que triunfaban de una forma estratosférica por el mero hecho de aplaudir con fuerza lo ajeno, lo diferente. La responsabilidad debe de ser por parte de todos. Llena estadios porque su talento la ha hecho grande, no tenemos que juzgar en plaza ajena por rematar nuestra faena.

Images: Cortesía Universal Music para Living Backstage.

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