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La virtud (extra) con la que Malú ha vuelto de una forma apoteósica a los escenarios

Casi cuatro años después, Malú ha vuelto a los escenarios. Esta noche pasada su gira ‘Mil Batallas’ ha dado el pistoletazo de salida en el Wikink Center de Madrid, el Palacio de los Deportes para los nostálgicos o el templo de récord para muchos de los fans de la artista. Ella abrió la veda del éxito y la constelación lejos de apagarse, sigue encendida como buena estrella que es.

Un show que comenzó con su puntualidad intacta, el respeto lo lleva por bandera aunque el propósito de la noche estaba claro, ella es Ingobernable. No hay ley escrita, aunque sea un show milimétrico se contrasta con una batería de emociones desbocadas.

Una puesta en escena donde los sentidos se sincronizaban a demanda. Luces, sonido, una banda que levantaba a la grada, cambios de vestuario adecuados al temario, fuego que maximizaba el clamor e incluso una fuente en medio de la pista que para muchos fue el monumento alzado de los momentos más emotivos de la noche. No se dejó nada. Sigue siendo vocalmente perfecta.

Una noche en la que se verbalizó la alegría sin necesidad de una mascarilla, la libertad en toda su plenitud, pero si algo llamó la atención fue la ausencia de conexión externa. Miraba a mi alrededor y surgió algo difícil de entender, el público no desconectaba del interior, ese donde se esconde el sentimiento, donde las personas se hacen grandes. Su gente se olvidó hasta de su existencia en una espiral emocional sin tiempo de compartir. Se levantó el móvil para acompañar el show, consiguió la pureza de la gente. La atención plena en el siglo XXI es ya un lujo que no se compra. Por eso ella no es equiparable porque remueve sin forzar, una magia difícil de explicar.

Repasó su nuevo disco ‘Mil batallas’, le echó agallas, las canciones más importantes de su carrera, el público estallaba. Kilos de confeti, globos en ‘Blanco y negro’, la canción que marcó a toda una generación, un puto deshielo de recuerdos, difícil acabar cuerdo.

Hubo cientos de momentos memorables pero perdonadme que me quede con una frase en la que participé de extra sin querer como parte de la fuente central. ‘Aprendiz, la canción con la que comenzó mi carrera y ‘Tejiendo alas, la canción con la que comenzó mi vida’. Un redoble en el pecho de esos que te llevan de viaje por la vida. La balanza humana natural a la que llegar es crucial. Lucía, la voz de tu madre, en tu canción, llega al corazón.

De esas crónicas de sudar porque hay cosas que no se pueden explicar. Vayan a verla, más de dos horas de un puzzle perfecto, ha valido la alegría, es un show apoteósico, hace historia de la manera que mejor sabe, encima de un escenario. Su santuario.

Images: Proactiv

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