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Ángela Cremonte: “Soy una yonqui de la emoción, me pego viajes casi sensoriales con mis personajes”

Ángela Cremonte tiene la sensibilidad de la tradición y la fuerza de la historia. Ella es una asidua residente en el corazón del que ve grandes series de ficción, también la habrás visto en el teatro y no se sorprendan si la ven en librerías, con la palabra ha hecho virguerías.

‘Todos mienten a la noche’ es su primera novela, en ella ha mirado hacia arriba, ha llegado hasta su trastatarabuela Eufrosine, que bien se ganó las habichuelas en un viaje transoceánico, que resultó ser titánico.

Ángela es hija de padres argentinos y con antecesores del Piamonte, aunque ella se ha encargado de unificar horizontes. Buceando en la historia de su vida, aferrada a la raíz para descubrir que hubo antes de llegar a ser actriz.

Quizá no todo el mundo tenga la capacidad de agradecer el reflejo, admirar la valentía o remover un legado de historias, no hace falta hablar mucho con ella para darte cuenta que viene de una saga de estrellas. Algunas fugaces por las circunstancias pero siempre eternas en legado.

De frontera versátil, defensora de la identidad, creadora de emociones y capaz de mover continentes sin previsión de viaje. Seguro que la has visto en ‘Las chicas del Cable’ o ‘Mentiras’ en Antena 3, pero igual no sabías que su tía vistió a Carlos Gardel. Nos pasea por historias pero la suya no tiene desperdicio, su curiosidad ha sido el mejor de sus personajes.

Querida Eufrosine, que alguien te lleve a los cines, tienes una descendiente actriz y no se me ocurre mejor final feliz.

Acabas de publicar tu primera novela ‘Todos mienten a la noche’, ¿de dónde parte la idea? ¿siempre tuviste claro esta autoficción de tu familia? 

Ahora sé que es la historia que quería contar. Cuando surgió la posibilidad de escribir la novela, no salió primero de mí por por estas cosas mágicas de la vida, pese a que yo escribo desde que tengo uso de bolígrafo. Nunca me había puesto con una novela por falta de tiempo, por falta de creer que podía, autoprohibiciones que al final uno se pone pero apareció el señor Planeta, que después ya lo empecé a llamar por su nombre, que es mi editor Emilio y me propuso atreverme. No tenía ni idea, no sabía por dónde tirar, le di muchas vueltas antes de empezar. Además estaba trabajando mucho, estaba rodando ‘Las Chicas del Cable’ y con una producción para el Teatro Español, no tenía tiempo, era como… ¡Dios mío, no puedo dejar pasar este tren!.

¡Y lo cogiste!

Poco a poco se me empezaron a aparecer mis abuelas y las madres de mis abuelas, todo empezó a cobrar sentido porque como buena hija de inmigrantes desarraigada siempre he estado mirando mucho hacia arriba, siempre me he obsesionado por los árboles genealógicos, por lo que es cambiar de país, el contraste y la fricción que eso te marca cuando eres pequeño, por la acumulación de células que todos llevamos en el cuerpo desde hace miles y cientos de años que hacen que estemos aquí de pie, no de manera gratuita. Todo eso me empezó a rondar y lo encontré.

Has mirado hacia arriba y hay una cosa de la que quiero que me hables, la herencia emocional.

Ha habido momentos en la vida en los que lo he pasado mal, como todos, al final la familia de uno tiene cosas hermosas y otras que hieren y las heridas que tenemos como adultos sabemos que vienen de la infancia y si no se tratan bien, no somos adultos sanos. Yo me senté a escribirlas y las tengo bastante transcendidas y como con mucha distancia. Es verdad que hay dos partes, una la herencia emocional que tiene que ver con los que han venido antes y a los que no conozco, como Eufrosine, mi trastatarabuela, que me los he invitado un poco y sobre los hijos de sus hijos. Les he preguntado un poco a mis padres y me han contado por encima lo que ellos se acuerdan, del acceso que tuvieron a la vidas de ellos, y eso ha sido precioso porque para mí ha sido como si vivieran, ya escucho sus voces. Luego está la herencia emocional mía, de mi infancia, el camino que me ha hecho la persona que soy ahora, y también estoy muy agradecida pese a las sombras, hay mucho del desarraigo de ser hija de inmigrantes, de sentirse diferente pero a la vez enriquecida, la búsqueda de la identidad, en definitiva, de la verdad.

Me ha impactado la historia de Eufrosine, hay una frase en el libro que dice que ‘está obsesionada en decir la verdad’ y ’empecinada en decir siempre lo que piensa’, ¿tú también apuestas por eso?

Yo creo que estamos en un momento, y yo personalmente, que más que nunca necesito dar mi verdad y que me la ofrezcan, no sé si eso pasa siempre por decir siempre lo que uno piensa porque la mentira también es adaptativa y hay que tener cuidado en decir determinadas cosas, es un proceso pero por lo menos, ser honestos. Eufrosine está obsesionada con decir la verdad y con concordar las palabras con la vida y eso es muy bonito. Vivía en un entorno donde nadie decía lo que sentía y a ella le daba la sensación de que era todo mentira. Todos los adultos en los que ella confía pierden todo respecto cuando nunca cumplen lo que dicen y es verdad, los adultos muy pocas veces cumplimos lo que decimos y ahí es donde tenemos que poner el ojo, no todo el rato decir lo que pensamos, porque a veces no nos lo han preguntado, pero sí por lo menos ser consecuentes y cumplir lo que decimos y tratar al otro con respeto tenga la edad que tenga.

¿Cuáles son los valores con los que te quedas de ese árbol genealógico tan maravilloso de mujeres fuertes y valientes?

En general los mismos valores que tienen todos los emigrantes y todas las mujeres que yo conozco. Yo no conozco una sola mujer que no sea fuerte y valiente, creo que es connatural y la mayoría de los hombres sanos también, los que no son niños heridos y hay que ser valiente para estar en este mundo, cambiar de país, de idioma y dejar los afectos atrás. Sobre todo con el entusiasmo por la vida pese a todo y por ir encontrando fogonazos de luz como cometas de existencia allá donde fueran pese a todas las situaciones dolorosas y conflictivas que han vivido. Hoy lo hablaba con mi madre, me hablaba de mi abuela, me decía… pese a todo, hemos heredado un apego a la existencia muy fuerte y yo eso lo valoro porque en los momentos malos, si uno pierde las ganas de vivir, ahí sí que está perdido.

Subiste una foto a redes en la que eres igual que tu tatarabuela, ¡pero asombroso!

(Risas) Son mi tatarabuela y mi bisabuela, están las dos en la foto, no eres la primera que me lo dice, yo no soy muy consciente… pero supongo que será así y… ¡encantada!

Después de ver el recorrido de tus antepasados y, en este punto de tu vida, ¿cuál dirías que es tu mayor éxito?

Creo que ellos y, ahora que lo pienso, los siento aquí conmigo; con haberme sobrepuesto también y con agarre a la vida y con decir un ‘hasta aquí’ a situaciones complejas, bastante complejas en según qué momentos. Y supongo que contentos de tenerlos presentes, honrar ese viaje que ellos hicieron para que estemos aquí, que no es gratuito, es que coge un barco solo a los catorce años sin saber nada de la vida y vete a otro país, en el primer y único viaje de tu existencia, porque antes no se viajaba.

’Todos mienten a la noche’, ¿tú le has mentido mucho?

Cada vez menos. Eso también ha sido como un proceso de vida y creo que tiene que ver con la madurez y con el haberme ido cuidando y haber hecho un trabajo personal. Cuando se apaga la luz, nos vamos a dormir y nos encontramos con nosotros mismos, en la oscuridad suenan los muebles y nos vuelven los terrores de infancia, las inseguridades, los miedos. Uno puede hacer dos cosas, o sincerarse con uno mismo, tomar determinadas decisiones que sabe que en el fondo pese a que duelan al principio, le van a mejorar la vida, o puede seguir mintiéndole a la noche y esperar, confiar, a que en algún momento pueda ir sincerándose con él mismo, pero es verdad que a veces la mentira nos protege y uno tiene que respetarse los tiempos.

Hablas en el libro del papel de la mujer y el valor que tiene. ¿Qué crees que es indispensable para que una mujer se pueda sentir libre?

Creo que se tiene que sentir protegida, sostenida por un entorno, no solo por la sociedad que tiene que ser un espacio seguro, que tiene que responder rápidamente, sino por el entorno cercano de sus afectos. No nos educan, por suerte o por desgracia, ni a las mujeres ni a los hombres, para aprender a confiar y a protegernos de aquellos a los que amamos, que a veces, son los que más daño nos hacen porque no siempre están sanos, uno puede volar cuando tiene un soporte y una red debajo.

He leído que estás orgullosa de la educación que te han dado, ¿es el legado quizá más importante para ti?

Sí. Cuando digo educación no me refiero solo a la posibilidad de estudiar sino a lo que se mama en una casa. En todas las familias hay tabúes y cosas que no hemos tocado hasta hace cinco minutos y mi familia no es perfecta, pero ha sido un entorno supernutritivo en general, de mucha charla, de mucho análisis, humor y de mucha red. Sobre todo me han educado en la justicia y a veces eso es una putada porque en el mundo la justicia no es lo que más se impera. Me han enseñado a que hay que tener paciencia y eso me enorgullece.

Aparte de las mujeres de tu familia, ¿cuáles son aquellas que más te inspiran?

No se me ocurre un ejemplo concreto. Hay muchas, gente que conocemos en la cola del super, de repente en un viaje… hay gente con unas historias de vida absolutamente alucinantes y admiro a muchas mujeres y a muchas compañeras de trabajo que se levantan cada día a las 5 de la mañana y que sortean determinadas dificultades. Ser hombre tendrá las suyas, algunas las conozco, otras no, pero ser mujer tiene muchas y yo lo admiro. Salir a trabajar, a ganarse el pan en un mundo que es absolutamente masculino o en su mayor parte, no es fácil y eso lo admiro. Seguir manteniendo la feminidad en un mundo tan masculino también es admirable.

¿Qué despertó tu amor por la interpretación?

Está muy ligado a mi amor por la literatura y la palabra, para mí van juntas. Siempre he estado obsesionada con el lenguaje, con la plasticidad del lenguaje, con deformarlo para crear belleza y en definitiva con la emoción. Soy una yonqui de la emoción y creo que tienen los dos esa misma semilla. Me da placer físico, cuando era pequeña me acuerdo cuando encontraba un texto que estaba escrito de manera diferente y me ayudaba a recorrer caminos distintos, me provocaba una emoción nueva y eso es parecido a lo que sucede en la interpretación, es como un viaje, se abren canales de expresión nuevos y sientes. Yo me pego viajes casi sensoriales y eso creo que tiene que ver con el lenguaje y, bueno, aparte me encanta la historia, tengo mucha imaginación, tengo suerte con los personajes que me han tocado, son muy jugosos, me lo paso bomba, ¡aunque también es agotador! (Risas).

Tu abuela era diseñadora, ¿te gusta ese mundo?, ¿cómo te ayuda en tus personajes?

Mi tía abuela era modista y mi bisabuela, a la que me parezco, tuvieron una camisería súper chic en la calle Corrientes en Buenos Aires. Traían las telas de París e iba Gardel a hacerse camisas, digamos que la estética, el gusto por la estética, el arte, la belleza, mi abuelo era pintor… siempre ha estado presente, ¡pero yo odio coser!.

¿Te interesa la moda?

La moda me interesa, pero no gasto demasiado tiempo en irme de compras ni en estar súper a la moda. Pero el vestuario de ‘Las Chicas del Cable’, si algo tenía bueno mi personaje, bueno… ¡tenía muchas cosas buenas! pero es que mis vestidos eran una locura, los traían de Italia, algunos los diseñaban los de vestuario que son súper cracks pero, es que había otros que los traían directos de Italia y eran de época de los años 20 o 30. No se podían lavar y tenían ese olor a viejo y naftalina, pesaban un quintal, los que llevaban pedrería sobre todo.

Háblame de los proyectos que tienes entre manos, estás rodando ‘Feria’ para Netflix.

Volviendo a personajes extraños, raros y absolutamente locos, en ‘Feria’ tengo un personaje un poco así. Estamos ya terminando de rodarla, lo haremos a finales de marzo. Va a estar muy bien, es bastante punky la serie. No quiero desvelar mucho pero tiene muy buena mezcla entre misterio y miedo.

¿Has alcanzado la felicidad?

Sí, sí claro. En los momentos más infelices de mi vida creo que, incluso ahí, me he dicho a mí misma: “pues fíjate que soy feliz”.  Mi mínimo de luz es suficiente para impulsarme hacia arriba siempre, hasta ahora.

Images: Planeta, RR.SS Ángela Cremonte, Netflix. Imagen de portada cortesía de Planeta (Álvaro Serrano).

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