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Desde la azotea

Qué se ve, desde la azotea qué se ve, si todo es tan pequeño cuéntame, que lo quiero ver… ¿Habéis escuchado la nueva canción de Niña Pastori? Si no es así, os pongo en situación. ‘Desde la azotea’ es el single del que será su nuevo disco que saldrá al mercado en breve.

No devotos de la hija de la Pastora tranquilos, hoy no vengo a hablar de las estirpes flamencas pero sí de las azoteas, por eso su canción es perfecta. Siempre me han parecido melancólicas, felices y rebosantes de humildad.

Cuando llegué a Madrid, el segundo año del Colegio Mayor me tocó en el sorteo de habitaciones una con vistas a todo Madrid. Era el piso más alto y por las noches se veían todas las luces de la ciudad. Me sentía ante un horizonte que me transmitía muchas sensaciones. Recuerdo como me ponía de rodillas en la cama para cerrar la persiana y lo último que veía era la inmensidad de la capital.

A veces me daba una especie de melancolía pensando en la soledad aún estando rodeada de gente, a veces me sentía poderosa de vivir en la inmensidad y a veces reflexionaba sobre lo pequeños que podemos llegar a ser todos en una lección de humildad, nadie es más que nadie, somos un puntito en la masa, masa con sentimientos comunes. Las azoteas siempre me han parecido eso en concreto, lugares en los que contradictoriamente tener los pies en la tierra.

Todo eso me transmitían aquellas vistas. Cuando levantaba la persiana y veía amanecer me parecía un lujo poder ser participe de aquel espectáculo de nuevo. Siempre que voy a hoteles de ciudades con encanto siempre pido la habitación más alta que tengan. Si no están disponibles, una cosa indispensable es que el hotel tenga una de esas terrazas en la azotea que tan de moda se han puesto últimamente.

Recuerdo una en especial, en Sevilla, después de llegar de la fiesta del desfile de novia que organizó Vicky Martín Berrocal hace ya unos cuantos años, la vida pasa tan deprisa que no lo puedo asegurar pero por lo menos habrán pasado ya cuatro años. Llegué a las seis de la mañana al hotel, subí corriendo a la azotea a ver la catedral de Sevilla, el casco antiguo, sus fachadas típicas blancas y de color albero, el olor a azahar de la mañana, se veía y se sentía todo.

Abrí los ojos, capturé el momento y concentré los recuerdos, siempre hago lo mismo. Por eso las clasifico como felices, melancólicas y rebosantes de humildad. Porque fui feliz, siempre te queda en el recuerdo y das las gracias infinidad de veces a la vida por vivir momentos tan bonitos y divertidos.

Y así en todas las ciudades, en todo el mundo, desde todos los aviones aprendes que tú eres un punto en el universo y que siempre tienes que tener la capacidad de transmitir a los demás y hacérselo bonito, porque desde la azotea la perspectiva de los problemas es relativa, se ve la vida pasar, es como un viaje tomando distancia en el que aún puedes solucionar las cosas.

Hay que subir a la azotea y verás como las emociones te flaquean.

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