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2018, el año que no imaginaba

Este año no ha sido muy bueno pero la lección ha merecido la pena, tanto que lo ha convertido en un gran año.

Lo primero de todo disculpas por aparecer por el rincón de la expresión tan de repente y después de tanto. Si algo he aprendido es que no puedo hacer una columna de opinión todos los días del año. Se contamina la mente al acelerar un proceso creativo que requiere tiempo.

Como decía, todo ha merecido la pena por ver las reacciones de lo que más importa, la gente. Ya lo dice Alejandro Sanz… ‘yo no tengo nada pero tengo tu mirada’.

Es apasionante ver gestos que te hacen rico sin ganar El Gordo o empujones que te llevan al Everest sin moverte de tu casa.

Ha sido un año peculiar con grandes descubrimientos, sé que he trabajado duro pese a hacerse precisamente eso, la maquinaria no ha parado de seguir persiguiendo sueños.

Hemos ido a grandes sitios, gracias a pequeños gestos que se han multiplicado a lo largo de los años. Hemos visto cosas increíbles, he aprendido intercambiando palabras, aunque a veces quisiera comprar vocal porque no entendiese nada.

Me he lanzado a la piscina, aunque estuviese sin agua, lo importante es que siempre hay escaleras para subir si nadar se hace imposible. Es un buen ejemplo para saber que siempre hay una salida.

Hemos vuelto a ir a grandes eventos, grandes carreras por moquetas, preguntas a los ojos con detenimiento. Hemos apostado por personas que nos han llenado de cariño porque hemos intentado tratarles de la misma manera.

Aquí hay una filosofía clara. La vida está llena de incidentes fortuitos y aquí queremos ser un sitio cálido en el que quedarse y refugiarse.

Sorpresas inesperadas, silencios cómplices y mucha letra para narrar situaciones que ocurren siempre detrás y son la vida. Somos de emociones latentes, de intensidad desmesurada y de narración peculiar.

Estrenos, ruedas de prensa, presentaciones… todo cabe a la hora de divulgar verdad. Hemos recibido gratitud, confirmaciones inesperadas, llamadas de ilusión en el último minuto.

Miles de mails que nos han hecho cerrar los ojos de emoción y los hemos vuelto a abrir cuando algo no ha salido como se esperaba. Quizá precisamente por eso… porque la constancia a veces también decepciona sobre todo si la llegada ha sido con cariño.

Pero de eso también se aprende, a que la vida no es un camino de rosas, que las cosas cuestan. Gracias por los ‘nos’, nos han hecho crecer y reflexionar, nos han hecho mejores personas. Nos han ayudado a pensar de otra manera.

También ha habido dolor por apostar ciegamente en lo que crees, fuera de los números, nos interesa el ser humano.

Hemos llorado de alegría cuando todo ha salido bien. A veces al llegar a casa he llorado de puro cansancio, de felicidad o de agradecimiento.

Me he contenido en más de una ocasión las emociones. He intentado llevar una línea recta. Soy estricta y un poco milimétrica. Estoy corrigiendo la exactitud.

Perdón por las veces en las que me han preguntado como estaba y he dicho que ‘bien, muy bien’, cuando quería decir fatal pero aquí estoy.

Porque no es ninguna heroicidad que he seguido siempre, porque hay una cosa que se llama ilusión por la vida y el trabajo que tampoco se mide pero sí se siente dentro.

Gracias a todos por un año espectacular en el que he aprendido tanto de la vida y de la gente. Ahora ya sé que es vivir. Y sobrevivir.

Images: Portada Pinterest

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